Hace años, encontré en el vino y el rock dos pasiones que se entrelazaron en mi vida de una manera que nunca imaginé. No se trata solo de una bebida o un género musical; son dos formas de arte que han moldeado mi forma de ver el mundo y conectado con lo más profundo de mi ser.
El vino, con sus matices, aromas y sabores, es como una sinfonía en una copa. Cada sorbo es una nueva experiencia, una historia que se despliega en mi paladar. Y así como un vitivinicultor cuida cada cepa con pasión y dedicación, yo siento esa misma conexión cuando descubro un nuevo vino, explorando su historia y su alma en cada botella.
El rock, por otro lado, es la banda sonora de mi vida. Desde los clásicos hasta los más oscuros y experimentales, cada canción es un viaje emocional. El sonido de las guitarras distorsionadas, sus riffs y punteos; el ensamble compacto entre el bajo y la batería… El Rock me transporta a lugares que solo puedo alcanzar a través de su música. Es como si cada acorde resonara despertando emociones que ni siquiera sabía que tenía.
Lo que une al vino y al rock va más allá de su superficie. Son dos mundos que comparten una profunda tradición y una gran diversidad. Así como el vino tiene sus raíces en las antiguas civilizaciones, el rock surge como un grito de libertad en el siglo XX. Ambos son testigos de la historia, reflejando los cambios y las luchas de la humanidad a lo largo del tiempo.
Y luego está la comunidad que los rodea. Los amantes del vino se reúnen en torno a una botella para compartir historias y experiencias, mientras que los fanáticos del rock llenan estadios y clubes para vibrar al unísono con sus artistas preferidos. Son momentos de conexión pura, donde las barreras desaparecen y solo queda la música y el vino para unirnos.
Otra cosa que me fascina de esta intersección es su espíritu rebelde. Tanto el vino como el rock han desafiado normas establecidas, han dado voz y han provocado controversia en su camino. Han brindado expresiones de autenticidad y compromiso en un mundo que con frecuencia prefiere lo seguro y lo convencional.
La conexión entre el vino y el rock es una expresión de pasión, diversidad y experiencia sensorial. En mi caso es la historia de cómo dos mundos en apariencia diferentes pueden converger y crear una intersección verdaderamente única.
A la hora de combinarlos, hay ciertos «maridajes» que han elevado mi experiencia de disfrute tanto musical como enófila. Despojado de tecnicismos o reglas de cualquier tipo, aquí menciono algunos:
Cuando escucho a bandas como Led Zeppelin y Pink Floyd, me viene a la mente un Cabernet Sauvignon o un Syrah robusto y complejo. La energía y profundidad de estos clásicos se complementan con la riqueza y la estructura de este tipo de vinos.
Para disfrutar esas canciones hiper famosas de artistas como Los Beatles, Rolling Stones, Eagles o The Police, elijo la efervescencia y frescura de un vino espumoso para realzar la energía festiva de esos inmortales hits. Un espumoso del estilo Prosecco italiano es una buena opción para sumergirse en el exceso y la extravagancia del glam rock de los años 70 y 80. Artistas como David Bowie, Kiss, Queen o T. Rex se potencian con el aporte descontracturado de este tipo de vino.
Para explorar los ritmos distintivos y letras introspectivas del rock alternativo, un vino rosado de cepas como Pinot Noir es un excelente compañero. Bandas como Radiohead o The Cure pueden adquirir una nueva dimensión de disfrute junto a este vino de estilo vibrante y ligero.
Las poderosas baladas del rock pueden encontrar un gran compañero en un estilo de vino meloso y seductor. Un cosecha tardía, un Chardonnay con crianza en roble o un Viognier realzan la emotividad y la intensidad de baladas de artistas como Guns N’ Roses, Scorpions o Bon Jovi.
Cuando se trata de descubrir nuevos sonidos en el mundo del rock indie, podemos disfrutar de un vino blanco fresco como un Sauvignon Blanc o un Pinot Gris. La ligereza y acidez de estos vinos resuenan con la frescura e innovación de bandas como Arctic Monkeys o The Strokes.
Quiero referirme particularmente al versátil Malbec, emblemática cepa argentina, y la conexión que encuentro con diversos géneros de rock:
El cuerpo medio y carácter frutal del Malbec armoniza con el sonido melódico, pesado y en algunos casos más oscuro de bandas de rock alternativo de los 90, como Red Hot Chili Peppers, Pearl Jam o Soundgarden.
La robustez y taninos golosos del Malbec con crianza en roble realzan la energía y actitud del hard rock clásico de bandas como AC/DC, Van Halen o Deep Purple, creando una experiencia de sabor y sonido grandiosa.
Para un Malbec de carácter más terroso, pienso en el sonido y estilo de artistas de rock folk o con influencias más blueseras, como Fleetwood Mac, Jeff Beck, Eric Clapton o Gary Moore.
Las posibilidades son infinitas y solo cabe experimentar y descubrir las propias combinaciones preferidas.
¡Que sea rock y vino en la copa! 🎸🍷
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