La evolución del Cabernet Franc en Argentina país no se detiene.
Es una variedad originaria de la región de Burdeos en el sudoeste de Francia. Tiene una textura más suave que la Cabernet Sauvignon y se destaca en las regiones de Chinon y Bourgueil, en el Valle del Loira. Fuera de Francia se cultiva en países como Italia (Veneto y Bolgheri), Hungría, Estados Unidos, Australia, Argentina y Chile.
Sirve de base para vinos jóvenes ligeros, aromáticos y agradables. Pero también para vinos más estructurados y con crianza en barricas de roble.
Hay un consenso creciente de que en Argentina se producen excelentes vinos de Cabernet Franc. Se elabora cada vez más como varietal, aunque también participa en blends con Malbec o Cabernet Sauvignon.
A los ojos se presenta con un color rojo con tonos púrpura, que irá virando hacia los rojos rubí durante los siguientes años.
En nariz suele sorprender con una gran intensidad aromática. Ofrece un coctel de frutas rojas, frambuesas, guindas y casis, con una nota herbal muy característica que recuerda a pimienta negra y morrón asado. Con la crianza en roble aumenta la complejidad aromática incorporando notas que recuerdan a vainilla, coco o granos de café.
En boca despliega su calidez y riqueza de sabores, con taninos maduros y redondos que le confieren una textura sedosa.
Me gusta describirlo como un vino jugoso, con volumen medio, elegancia y fluidez en el paladar. El tipo de vino que pide un nuevo sorbo para continuar con el placer.
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